Simba es nuestro gato, es como un tigrecito muy pequeño y más juguetón. A mí me encanta jugar con él todo el rato. Cuando juega me encanta mirar los ojos que pone mientras se entretiene con cualquier cosa. Los pone como platos y resulta muy gracioso.
También juega con un juguete que le regaló mi abuelo, un perrito que ladra y que se mueve solo. ¡Si vierais lo gracioso que estaba mi niño, Simba! Yo creo que creía que era su madre, y por eso le cuidaba todo el rato, aunque algunas veces le mordía la cola, no sé por qué.
Teniendo un gato también se sufre mucho. Os voy a contar por qué: una vez escuché cómo algo resbalaba y caía desde una ventana. Al principio no sabía qué podía haber sido, pero luego descubrí que era Simba, que había caído desde nuestra tercera planta a la calle. Me fui corriendo a por él y lo pasé muy mal. Después, por la tarde, le llevamos al veterinario para ver si se encontraba bien. Por suerte solo se había hecho daño en una patita, nada más. Desde aquella caída se ha vuelto a caer otras dos veces más, ¡VAYA GATO!!! El caso es que cuando aquel día vi que no estaba en la casa me entró de repente una cosa por el estomago muy desagradable, y pensé: "sin Simba ya nada va a ser igual".
Bueno eso es lo malo, pero todo lo demás es precioso. Por las mañanas llama a la puerta porque le gusta meterse a despertarnos con sus mimitos. Luego se nos mete entre las piernas para que le acariciemos. Ronronea para que nos demos cuenta de que esta feliz... Y muchas cosas más... Todas ellas hacen que mi familia esté más unida que antes, porque si no fuera por Simba no estaríamos tan unidos (por lo menos eso creo yo).
Cuando cogimos a Simba nos dio una felicidad que no nos la podía quitar nadie. Con todo esto quiero decir que tener una mascota es muy bonito, y una experiencia fantástica.
Beatriz
(por ilnettare)